
Una de las características sociales que más llaman la atención en Dinamarca es la igualdad de su ciudadanía. Es un país en el que las personas con puestos de alta responsabilidad suelen ser bastante más accesibles y, por qué no decir, campechanas, que en la mayoría de los países occidentales.
Esto se aprende desde bien joven: ya en la guardería, los niños se dirigen al profesorado por su nombre, además de tutearlo.
Un ejemplo más reciente y significativo fue en mi trabajo, donde en un evento de nuestra organización recibimos la visita del – recientemente nombrado – rector de la Universidad, entidad a la que pertenecemos. Nuestro director general le presentó con nombre y apellidos, seguido de “el rector de la Universidad”, y a partir de ahí pasamos a una ronda de preguntas abiertas. Aquí vino mi sorpresa, cuando, varios de mis colegas del trabajo se dirigían a él para hacer preguntas empleando directamente su nombre: “Jens, en lo relativo a esto…”, “Jens, qué puedes decirnos sobre…”. Es una forma que he visto también en otras entidades públicas y privadas: aquí no se emplea ni señor/a, don/doña, doctor/a, y obviamente tampoco acepciones del tipo Ilustrísimo/a o Magnífico/a (que, personalmente, me resultan hasta cómicas).
Esta cercanía se manifiesta en una sociedad que, ojo, no muestra una falta de jerarquía o estructuras de poder, sino que éstas son más accesibles y es más difícil encontrar poder o responsabilidades en las manos de unas pocas personas de complicado acceso. Se fomenta la libertad de expresión y se espera de las personas, que pregunten y cuestionen algunos de los asuntos en entornos como el laboral.
Sobre las razones de este comportamiento he escuchado muchas teorías, y la mayoría tienen, según mi experiencia, algo de razón. Aquí trataremos sin embargo una: la Ley de Jante o Janteloven. En primer lugar, quisiera mencionar que no se trata de una ley al uso, sino una serie de 10 frases o mandamientos populares que marcan unas normas sociales. La escribió el autor danés-noruego Aksel Sandemose, como parte de su novela En flygtning krydser sit spor que traduce a “Un fugitivo cruzando sus propias huellas” de 1933, aunque esta sociedad ya funcionaba así desde hacía un tiempo. La novela es una obra satírica sobre la vida en Jante, un lugar ficticio basado en su ciudad natal.

Las diez normas que gobiernan este comportamiento son:
- No debes creerte nadie. Du skal ikke tro, du er noget.
- No debes creer ser tan bueno como nosotros. Du skal ikke tro, at du er lige så meget som os.
- No debes creerte más inteligente que nosotros. Du skal ikke tro, at du er klogere end os.
- No debes imaginar, que eres mejor que nosotros. Du skal ikke bilde dig ind, at du er bedre end os.
- No debes creerte que sabes más que nosotros. Du skal ikke tro, at du ved mere end os.
- No debes creerte más importante que nosotros. Du skal ikke tro, at du er mere end os.
- No debes creer que eres bueno en algo. Du skal ikke tro, at du dur til noget.
- No debes reírte de nosotros. Du skal ikke le ad os.
- No debes creer que le importas a alguien. Du skal ikke tro, at nogen bryder sig om dig.
- No debes creer que puedes enseñarnos algo. Du skal ikke tro, at du kan lære os noget.
Estas leyes, en cierto modo, explican la uniformidad comunitaria de los países escandinavos. Muestran un rechazo frontal a actitudes individualistas o manifestaciones de éxito personal. En el trabajo, esto se traduce en una mayor participación o consideración de las opiniones de personas con poco poder de decisión. He escuchado – desconozco su veracidad – que el director general de una de las mayores empresas de Dinamarca, baja cada dos viernes a la cantina, donde comen todos los empleados, y cada vez se sienta a almorzar con un grupo de personas distinto para charlar y saber que se cuece.
Aquí, celebrar que has ganado un premio en público, trabajar en un despacho presidido por una foto tuya saludando al Rey, o hablar de las notas que sacan tus hijos en el colegio, entre otras, son actitudes que generan un fuerte rechazo social. Se evitan, además, chasquear los dedos para llamar la atención de una camarera, o comentarios del tipo “¿Pero tú sabes quién soy yo?” (algo a lo que, las dos o tres veces que me lo han dicho, tanto trabajando en hostelería como mientras estudiaba en la Universidad, he deseado contestar: “Sí, un gilipollas”). En los tres años que llevo aquí, no he vivido nada así.

La razón de ser de estos mandamientos reside en el hecho que los comportamientos individualistas resultan contra efectivos para el conjunto de una sociedad igualitaria. Se dice de esta forma de vivir, que es unos de los éxitos por lo que Dinamarca es un país socialmente homogéneo, con unos altísimos niveles en igualdad de género, empleo, y transparencia política (lo que se traduce en felicidad).
Ahora bien, la Ley de Jante no está exenta de controversia. Algunas personas apuntan a que estas normas crean un conformismo generalizado y desmotivan a aquellas personas ambiciosas, que funcionan por objetivos, frenando el progreso que ello puede suponer. Estos factores se relacionan con algunas características negativas de la sociedad danesa: personas con dificultades para expresar sus emociones, altos niveles de depresión, una pésima atención al público por norma general o falta de implicación en tareas que no se incluyen explícitamente en la descripción de un trabajo, entre otras.
Sea como fuere, si alguna vez viajas a esta zona del mundo o trabajas con personas escandinavas, sin duda es un tema que conviene saber para minimizar los choques culturales. ¿Habías oído hablar de la Ley de Jante? ¿Qué te parece? Te animo a dejar un comentario.
Tienes razón y el Jante lov lo conozco perfectamente. Hace muchos años que vivo aquí. Por ejemplo, cuando decidí poner a mis hijos en escuelas privadas, uno de los comentarios era:
No tienes demasiadas ambición para tus hijos? Mi respuesta era: pues sí así es. Y les caía muy mal. Tengo que decir que tuve razón. Mis hijos hoy en día, tienen carrera universitaria y están bien instalados .
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Gracias por tu comentario Maria Carmen. Efectivamente, la Jante lov es una espada de doble filo, el «miedo a destacar» o a tener ambiciones como bien dices, puede llevar a que las personas se sientan desorientadas y a que les sepa mal expresar sus emociones.
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