Cada vez es más habitual encontrarse con discursos en favor de viajar en tren, en lugar de hacerlo en avión, desde un punto de vista medioambiental (principalmente, emisiones de CO2, el compuesto gaseoso que más contribuye al cambio climático). Existen además numerosas fuentes científicas que lo confirman: si hacemos el mismo viaje sustituyendo el tren por el avión, se emite menos CO2 por persona.

Ahora, la mayoría de las personas y organizaciones, por suerte o por desgracia, tienen otros intereses más allá de los puramente medioambientales. En lo relativo a los viajes, tras mantener varias conversaciones con distintas personas (varias, expertas en transporte), me planteo entonces las siguientes cuestiones de cierta importancia para las personas que viajan: precio, tiempo, seguridad/comodidad y emisiones durante el viaje. Tres de ellas cuestiones cuantitativas, y una cualitativa.
A partir de aquí, expongo mi experiencia en el último viaje largo (Copenhague – Valencia) que hice en tren. Si has llegado hasta aquí y todo esto te viene de nuevas, te recomiendo, antes de seguir, leer el artículo previo. He de decir que en este caso me planteo el transporte como llegada desde el punto A hasta el punto B, no como unas vacaciones en sí (como sería, por ejemplo, un viaje de interrail). Ahora, vamos al tema.

- Emisiones
El trayecto en tren Copenhague – Valencia tuvo paradas en Hamburgo, Duisburgo, París y Barcelona. Como el último tramo lo realicé en coche compartido, tomaré como referencia para este cálculo el equivalente a volar hasta Barcelona, descontando el último tramo.
Ahora, existen varios métodos para calcular las emisiones, que dependen del tipo de tren y avión. Una opción es ir tramo a tramo con el tren, ya que las emisiones de cada trayecto suelen venir a modo informativo en los billetes de tren. Otra es utilizar softwares como Ecopassenger, ICAO, GoClimate o planetly, que estiman las emisiones en base a varios parámetros (longitud del trayecto, modo de transporte, paradas intermedias, etc.). He intentado incluir estas medidas básicas (que cualquier persona puede realizar con un ordenador o teléfono) en la tabla siguiente:
Tipo de trayecto | Modo de transporte | Emisiones asociadas (por persona) | Paradas | Fuente |
Copenhague – Barcelona | Tren | 108, 5 kg | Hamburgo, Duisburgo, París | Ecopassenger, metodología del IFEU |
Barcelona – Copenhague | Tren | 126,3 kg | París, Mannheim, Hamburgo | Ecopassenger, metodología del IFEU |
Copenhague – Barcelona | Avión | 163,1 kg | Ninguna | Ecopassenger, metodología del IFEU |
Copenhague – Barcelona | Avión | 179 kg | Ninguna | Googleflights, datos de la EEA |
Copenhague – Valencia | Avión | 229 kg | Zúrich | Googleflights, datos de la EEA |
Sí, queda a la vista que viajar en tren emite menos CO2, y también, que un vuelo con paradas intermedias contamina más que uno directo, ya se generan más emisiones en los despegues que volando a velocidad constante. Tomando distintos valores, puede concluirse que el viaje en tren es entre un 23% y un 53% veces menos contaminante, y por tanto, mejor (o menos malo) para la salud del planeta.
2. Coste
Fundamental a la hora de plantearnos un viaje es el precio del transporte. Es, con diferencia, el aspecto que la mayoría de gente se plantea al inicio. Quién no ha escuchado la frase… ¿Y cuánto cuestan los vuelos?
Viajando en tren, en este caso, he tenido que gastar también en alojamiento, ya que no existen trenes nocturnos en todas las rutas. Los gastos fueron los siguientes, en cada trayecto:
Trayecto de ida | Precio | Trayecto de vuelta | Precio |
Tren Copenhague – Hamburgo | 65,10 € | Tren Valencia – Barcelona | 32,30 € |
Tren Hamburgo – Duisburgo | 41,90 € | Tren Barcelona – París | 204 € |
Tren Duisburgo – París | 84 € | Tren París – Mannheim | 67 € |
Tren París – Barcelona | 142,50 € | Tren Mannheim – Hamburgo | 148 € |
Coche Barcelona – Valencia | 23 € | Tren Hamburgo – Copenhague | 49,90 € |
Alojamiento París | 31 € | Alojamiento Barcelona | 43,93 € |
Total | 387,5 € | Total | 545,13 € |
Curiosamente, el mismo trayecto París – Barcelona me costó en las Navidades de 2020, durante el primer invierno COVID, 42 €. Este es otro de los problemas de los billetes de tren y/o avión, que como en la reserva de hoteles o entradas de espectáculos, sigue un modo de fijación de precios dinámico. Así, el mismo trayecto puede tener un precio muy distinto en función de la antelación o demanda del viaje.
Para el trayecto Copenhague – Valencia, no existe en vuelo directo, pero tomando combinaciones similares (volar a Madrid, Barcelona o Alicante y un transporte adicional hasta Valencia), las opciones quedan en lo económico de la siguiente forma:
Vuelo | Vía | Coste por trayecto |
Copenhague – Valencia | Barcelona | 184 € |
Copenhague – Valencia | Ámsterdam | 134 € |
Copenhague – Alicante | Directa | 53 € |
Comparando ambos resultados, queda claro que ahora mismo volar sale entre 2 y 7 veces más barato que tomar un tren. En total, el viaje de ida y vuelta para una persona en tren me costó 932,63 €, mientras que en avión puede llegar a costar 146 € (agregando al coste de los vuelos, una posterior conexión Alicante – Valencia que pueden costar 40 € ida y vuelta).
A estos precios, obviamente el avión es obviamente la opción favorita (o, mejor dicho, viable) para la mayoría de las personas, ya que no todo el mundo, especialmente si hablamos de trayectos en familia, puede permitirse esos precios.

3. Tiempo
Otro aspecto fundamental es lo largo que puede ser el trayecto. El viaje en tren, de origen a destino e incluyendo el tiempo de las paradas, me tomó 36 horas a la ida y 42 horas a la vuelta.
El mismo origen y destino, pero tomando un avión y un enlace con tren, puede tomarnos unas 6, tomando el tren con mayor velocidad posible de añadido hasta Valencia. El avión puede resultar 7 veces más rápido.
Aquí ya entra el factor de lo rápido que deseemos llegar. En mi caso, el viaje en tren es distinto a volar, en el sentido que disfruto durante el trayecto, de los paisajes cambiantes y el ritmo del tren. Aprovecho además la mayoría de los viajes en tren para trabajar, leer o escribir y, en este sentido, no me importa tardar más. En cualquier caso, esto último es una preferencia personal.
4. Seguridad y comodidad
Pese a que la seguridad y comodidad de los trayectos son factores subjetivos, también suelen tener importancia a la hora de elegir un modo de transporte.
Con seguridad, me refiero a la integridad del trayecto en aspectos de escalas, o sea, el riesgo a no perder un enlace o que se extravíe una maleta, por ejemplo. El viaje en avión, en este caso, es sencillo. Tiene un máximo de una escala ya sea avión directo a Madrid, Barcelona o Alicante y tren hasta Valencia, o avión a Valencia con una escala intermedia. Únicamente cuando bajamos del último avión hemos de preocuparnos por nuestro equipaje, entonces hemos de recogerlo y llevarlo encima en la conexión final.
Viajando en tren, existe mayor riesgo de que haya retrasos u otros inconvenientes que nos hagan perder nuestros enlaces, o directamente que se cancele un trayecto. En mi viaje, estuve cerca de perderlo en dos ocasiones: la primera, nada más salir de casa en el viaje de vuelta, debido a los retrasos causados por el robo de cable en una estación (zona de Valencia), y su posterior incendio, y la segunda en Alemania, donde uno de mis trenes directamente fue cancelado. Pese a que pude embarcar en otro, la imposibilidad de comprar un seguro con todos los trayectos desde Dinamarca a España es mi mayor preocupación en este tipo de viajes. El modo de compra de los billetes es trayecto por trayecto, y si perdemos una conexión corremos el riesgo de quedar totalmente desprotegidos.
Debemos estar también pendientes – en mayor o menor medida – de nuestro equipaje, ya que no existe un compartimento específico para el mismo que se abra para recogerlo en el destino final, a diferencia de cuando volamos. En general se viaja relativamente tranquilo, pero bien es cierto que había paradas intermedias entre trayectos, con gente que bajaba y subía, en las que revisaba mi maleta con la mirada para que no le ocurriera algo indeseado.
Esta partida la gana, intuyo que, para mucha gente, el avión. Una vez te subes en él puedes relajarte y olvidarte de todo. En mi caso, me importa menos por el tema de poder trabajar y disfrutar del paisaje, aunque es bien cierto que, salvo si viajo en un compartimento individual, me es difícil conciliar el sueño al cien por cien en un compartimento abierto, con mi maleta por un lado y otras personas desconocidas por otro.

Y ahora, ¿qué?
Tal como están las cosas, la única razón que tiene la mayoría de la ciudadanía para viajar en tren más que en avión sería, en mi opinión, una razón de gusto por el tren, miedo a volar, o un genuino compromiso medioambiental. No existen otros incentivos, bien económicos (precios reducidos para trayectos largos, descuentos en los comercios próximos a las estaciones de tren de las principales ciudades o en hostales próximos a ellas, etcétera) o sociales (por inventarme algo, un carnet de persona responsable con el medio ambiente).
Como en otros casos (por ejemplo, en la compra de comida o ropa) dentro de la sociedad de consumo occidental, llevar unos hábitos más responsables a nivel social y medioambiental, le sale más caro al consumidor. Es como funciona el sistema actual. Sin embargo, la afirmación nunca deja de sorprenderme: cuidar el planeta sale más caro.
Desde la Unión Europea, existe una corriente de acción que aboga por fomentar los viajes en tren, como recoge el último plan de acción. Sin embargo, al mismo tiempo salen a la luz noticias como esta, donde Lufthansa anunció que debía realizar 18.000 vuelos vacíos con el fin de asegurar sus derechos de aterrizaje y despegue en los aeropuertos. Algo sin duda desesperanzador, ya que el cambio climático es considerado el mayor reto al que se enfrenta la humanidad, requiriendo una transformación completa de nuestra forma de vida, incluso llegando a cuestiones que ahora damos por sentadas, como la mera ‘necesidad’ de viajar por placer. Por tanto, ver este tipo de contradicciones del lado de las instituciones no hace más que dejarme descolocado.
Al no ser experto en el tema, desconozco que acciones específicas se están llevando a cabo en el corto plazo, pero, por ejemplo, hacer un pase para viajeros internacionales, que asegure la integridad del trayecto en caso de retraso podría ser uno de los primeros pasos a tomar. U ofrecer precios reducidos a aquellas personas que atraviesan varios países, otra, por poner varios ejemplos. Siendo consciente que el trayecto Copenhague – Valencia no es representativo (sí existen conexiones razonablemente buenas con otras ciudades en tren, como Copenhague – Zürich), puedo afirmar que existe bastante trabajo por delante, para que veamos el tren como un modo de transporte real, que resulte atractivo a una mayor parte de la sociedad europea.
En mi caso, me estoy inclinando por reducir los vuelos en la medida de lo posible (explorar las ciudades europeas con mejor conexión en tren, eliminar los viajes relámpago en avión, etcétera), y tomarlos cuando sea esencial (por ejemplo, si viajo a través del atlántico). Al mismo tiempo, permaneceré expectante e intentaré abogar por nuevas políticas y/o modelos de negocio que hagan los viajes en tren más atractivos para un mayor número de personas.
Puedes leer más sobre este tema en:
Connecting Europe Express, página web de la Comisión Europea para la promoción del transporte de personas en tren: https://www.connectingeuropeexpress.eu/
Plataforma independiente para la promoción de trenes nocturnos en la Unión Europea: https://trainsforeurope.eu/
The man in seat 61, página web de viajes en tren creada por Mark Smith: https://www.seat61.com/
Artículo sobre el estado de las vías en Europa, de Investigative Europe: https://www.investigate-europe.eu/en/2021/derailed-europe-railway/
Información sobre nuestros derechos cuando viajamos en tren por Europa: https://www.citizensinformation.ie/en/consumer/travel/your_rights_when_travelling_in_the_eu_by_rail_bus.html