El Circo del Fútbol

Parte de la afición del Valencia se enzarza con el futbolista del Real Madrid, el 21 de mayo de 2023. Fuente: Alberto Saíz (AP) vía El País.

Racismo. El concepto más viralizado durante la última semana en España, Brasil y en buena parte de Europa. Sí, a un jugador del Real Madrid un grupo de personas le profirió terribles insultos racistas que todo el mundo, desgraciadamente, habrá escuchado, mientras el primero ejercía su profesión de futbolista durante un encuentro frente al Valencia, en el estadio local, Mestalla.

El insulto, está fatal. Las quejas del jugador, comprensibles. La sanción al club y a los aficionados, ejemplar, sienta precedente. Refuerza el mensaje de tolerancia cero con el racismo, y sí, de primeras es algo para celebrar. Ahora, tengamos en cuenta lo que representa el fútbol actual y su valor en la sociedad. Un deporte que, sin duda, mueve masas, levanta pasiones y genera cantidades de dinero que, a muchos con dos dedos de frente, cuanto menos, nos sorprende. Cabe recordar que Vinicius es un joven de 22 años cuyo salario anual puede equivaler – a ojo de buen cubero – a lo que puede ganar un médico en España a lo largo de unas 8 vidas, y probablemente esta diferencia no hará más que incrementar si sabe negociar en su beneficio. Ello le convierte en alguien muy privilegiado en la mayoría de los sentidos, ojo, seguro que, a través de mucho esfuerzo y una rutina física tremenda, y tiene todo el derecho del mundo de quejarse, pero pongo en duda que sea representativo de la mayoría de los problemas de las personas que sufren racismo en el día a día.

Lo que se ve en los campos de primer nivel es, a parte del fútbol en sí, un circo protagonizado por un grupo de millonarios haciendo deporte que se expone a las críticas, insultos y vejaciones de ciertas personas con poquito seso. En cierto modo, su profesión les expone a un ambiente que mezcla lo caldeado, los insultos, las pasiones y las alabanzas. Una versión del coliseo romano en la actualidad, con la diferencia grande que los gladiadores eran principalmente esclavos luchando por su vida.

A partir de aquí, el guirigay que se ha montado – que no sorprende viniendo de la industria futbolera y por consiguiente las de los medios y el entretenimiento – ha sido de lo más frívolo que se ha visto en los últimos años. En segundo plano, convendría platearse otra cuestión. A parte del racismo, ¿no hay otros problemas de igual o mayor gravedad (depende de a quien preguntes) que los medios y el fútbol pasan por alto de manera sospechosamente silenciosa? ¿Es posible que hayamos sobredimensionado un deporte?

En varios momentos, ya sea por curiosidad o sorpresa, me han llamado la atención distintas situaciones relacionadas con el fútbol. Recuerdo acudir con mi padre a Mestalla en un Valencia – Málaga de la temporada 2001/2002 (primera Liga con Rafa Benítez), y como nos sorprendimos cuando la grada donde estábamos senstados, le gritaba al árbitro: “¡Burro! ¡Burro! ¡Burro!”. Algo de lo más absurdo (el insulto venía porque resulta que el graderío había visto una entrada que él, a dos metros de la jugada, no había pitado a favor del equipo local, claro). No creo que sea acertado concluir que toda la grada, por aquello, sea un atajo de idiotas, bien sabes, si alguna vez has acudido a un campo de fútbol lo fácil que es dejarse llevar por el ambiente. Cánticos ingeniosos e insultantes, acordarse de la madre o de la esposa de los futbolistas o los árbitros (ay, que manía tienen algunos de insultar invocando a mujeres que no tienen nada que ver), son muestras del nivel que tienen algunos de los espectadores que acuden a los campos. Y sí, algunos futbolistas mienten, insultan y se provocan entre ellos, con el árbitro, y con las aficiones rivales. A lo mejor, si queremos dar ejemplos de civismo, podríamos parar los partidos cada vez que se escucha un insulto. Todos los partidos sufrirían interrupciones si fuera así.

Bien, y los futbolistas, dirigentes o entrenadores, ¿son sancionados por sus acciones? Recuerdo asombrarme de la poca cobertura mediática que se dio a un momento durante un Barça – PSG en el que Mbappé le dijo a Jordi Alba, “en la calle yo te mato”. Unos meses después, el presidente del equipo parisino, bajó embroncado a la zona de vestuarios del Real Madrid y aparentemente, en un episodio violento, también amenazó a un empleado del club diciéndole “voy a matarte”. Poco eco se le dio a aquello (es más, la UEFA suspendió la investigación del segundo incidente), lo que asombra teniendo en cuenta que el delito por amenazas está regulado en el código penal y que, desde un punto de vista ético, amenazar de muerte a alguien no es un plato de fácil digestión. Hemos sido testigos también, a lo largo de los años, como varios futbolistas eran condenados por evasión de impuestos o fraude fiscal, y algunos eran incluso recibidos como héroes por las masas, a su llegada a los juzgados.

Otros episodios, como la mofa de Mbappé y el entrenador del PSG a una pregunta relacionada con sus opciones de movilidad sostenible (muchos entendimos que se reían del cambio climático, lo que sin duda es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad; ya que el club prefería viajar en un vuelo corto en lugar de tomar un tren) o ciertas condiciones (que incluyen vuelos privados y contratos desorbitados en época de pandemia) que pedía Messi mientras jugaba en el Barça me hacen pensar que quizás, esta gente debería ser referente de muy poquitos temas, ya que su día a día está tremendamente alejado de la realidad del resto de la población. Quizás el fútbol profesional no sea el escenario ideal para buscar ejemplos de civismo y responsabilidad social.

Si en el trabajo se me ocurre amenazar de muerte a alguien, con razón me echarían del mismo, y dependiendo de la persona habría también una denuncia de por medio. Igual que si insulto a alguien de manera racista. Si me riera del cambio climático me tratarían como a un pelele, y negociar con unas condiciones excesivamente codiciosas implicaría que, como mínimo a la larga, mi jefe intentaría buscar motivos para deshacerse de mí. De evadir impuestos, basta con echarle algo de imaginación.

Con esto, es fácil hacerse una idea de lo ocurre en parte de ese mundillo, de puertas para adentro. Así que, el fútbol tolera amenazas de muerte, insultos continuos a las madres, reírse del cambio climático, muestras de egoísmo de la mayor bajeza moral o tráfico de influencias; pero cuidado, los insultos racistas no me los toques. En un mundo ideal, deberíamos trabajar en conjunto para minimizar todos estos problemas y, aun así, siempre habría quien nadaría a contracorriente. Tampoco parece de recibo, aprovechar el caso para básicamente pedir el voto en las elecciones del domingo simplificando que el partido al que representas es antirracista, y los demás no. Qué bien les ha venido esto a algunos que no saben hacer campaña.

Concluyendo, el manejo de este episodio contribuye a simplificar los problemas, generar polarización, y lo que a mi parecer hace que se desajuste el pensamiento crítico de la población (por algo se conoce al fútbol como el opio del pueblo). El racismo y la inmigración (compañeros de viaje inseparables) siempre suelen estar en la agenda política, y unos, otros, los de más allá y los que ni pinchan ni cortan se han sumado al carro de criticar todo episodio que toque, aunque sea de rebote, uno de los temas de moda porque estamos en campaña electoral. Qué triste, cuando nos equivocamos de mártires y cualquiera se apunta a una fiesta sin invitación.

Publicado por bueborvi

Ingeniero Industrial especializado en Energías y Sostenibilidad vivendo en Dinamarca. Me interesan las diferencias culturales, las tradiciones escandinavas y los viajes, y me motiva como vamos a afrontar el cambio climático, el sobreconsumo de recursos y la pérdida de biodiversidad.

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